El diamante (carbono puro cristalizado) es la piedra preciosa de mayor valor en la naturaleza y, por ende, en el mercado. Algunos suelen tener en su composición molecular átomos de nitrógeno y boro. Tonos amarillentos los primeros y azulados los segundos, mientras que los blancos no llevan ningún otro elemento.
El diamante se forma en la corteza terrestre a altas presiones y temperaturas, y a una profundidad de entre los 120 y los 200 kilómetros. Son de origen magmático y emergen a la superficie por las chimeneas de los volcanes.
Se pueden encontrar también en depósitos sedimentarios creados por la erosión, el tiempo y el arrastre producido por el agua hasta los yacimientos secundarios.
Piedras escupidas desde los infiernos
A pesar del esplendor que posee, y de su gran belleza, el diamante fue despreciado por los pueblos babilonios, egipcios, persas y griegos, así como por los nativos americanos.
Sólo se comenzaron a utilizar como ornamento a partir de la civilización romana, en el siglo I después de Cristo.
A pesar del tiempo transcurrido, se sigue manteniendo la creencia de su maleficio, apoyada por las célebres historias de traiciones y sangre que han envuelto a los diamantes más famosos de la Tierra, cuyos poseedores han sufrido dramáticos efectos en sus vidas.
1 comentario:
Resulta curioso que el diamante no deja indiferente, haciendo un repaso sobre gemoterapia, mitología, leyendas,... siempre esta preciosa y durísima gema está asociada a radicalismos, fuertes energías positivas asociadas a maleficios y sobre todo símbolo de poder, tanto de un extremo como del otro. Incluso no es raro verlos asociados con el Ying y el Yang.
Fascinante...
Un saludo.
Antonio.
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